El ser humano tiende a idealizar las relaciones porque busca desesperadamente cubrir sus carencias emocionales , muchas con un origen en su infancia.
Veamos por ejemplo, una joven mujer que de pequeña buscaba el amor de su padre sin descanso y basaba su día a día en ese relacionamiento, al convertirse en mayor verá en cada hombre maduro la imagen de su padre y se emocionará al pensar que ese hombre podrá amarla como ella soñó de pequeña que su padre la amara.
Imaginará gracias a todas las sustancias que sus neurotransmisores irradian a la sangre, que este hombre que acaba de conocer vivirá para protegerla, para que nada le falte, la mimará y la atenderá como a una pequeña deseosa de amor.
Soñará que al fin podrá disfrutar de sus sueños adormecidos y todo frente a ella se verá de color dorado. Se sentirá feliz disfrutando de sus expectativas infundadas y no querrá que nadie le advierta de su nube de fantasía. Esa nube comenzará a llover cuando como en todas las cosas de la vida, la realidad deje de ser una película rosa y los accidentes y desencuentros prosperen.
Por algo el ser humano sufre tanto! Ansiamos algo que debería ser eterno, inmodificable, cortado al estilo sastre para nuestras necesidades. Lamentablemente, eso es imposible. Nuestro sufrimiento parte del no poder retener lo que el tiempo escurre entre nuestras manos.
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