El narcisista puede quedar envuelto en su propia tela de araña.
Llega un momento en que el mal manejo de sus mentiras y las reacciones provocadas en los demás lo atrapan.
No se da cuenta que va rumbo al vacío hasta que está cayendo.
Su ceguera emocional y su extremado amor propio nublan su intelecto apagando sus sensores de alarma.
Indefenso y humillado no encuentra escapatoria, se siente aterrado y perdido al moverse aquel piso que pisoteaba con tanta firmeza.
Su figura se desvanece como una pompa de jabón al viento.
Es el final abrupto y certero de un destino elegido inconscientemente.
Quién diría! resuenan las voces de fondo, y la cadena de caídos continuará sin cesar como el castillo de naipes o las fichas de dominó. Porque quien lo derrota hoy, será derrotado mañana si continúa imitándole.
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