Los narcisistas pueden sentir amor por sus parejas, pero de una forma diferente a la de las personas no narcisistas. Ellos se enamoran de la imagen idealizada que tienen de su pareja, y no de la persona real. También se enamoran de cómo su pareja les hace sentir, y no de cómo ellos hacen sentir a su pareja.
Sin embargo, este amor es frágil y depende de que la pareja cumpla con las expectativas y demandas del narcisista. Si la pareja muestra algún signo de debilidad, vulnerabilidad, desacuerdo o crítica, el narcisista puede sentirse amenazado y reaccionar con ira, desprecio, indiferencia o infidelidad. Esto puede generar un ciclo de idealización y devaluación, que causa mucho sufrimiento y confusión en la pareja.
Los narcisistas también pueden tener hijos, pero no por las mismas razones que las personas no narcisistas. Ellos pueden ver a sus hijos como una extensión de sí mismos, como una forma de perpetuar su legado, como una fuente de admiración o como un medio para manipular a su pareja. Los narcisistas no son capaces de ponerse en el lugar de sus hijos, ni de respetar sus necesidades, sentimientos y deseos. Ellos pueden ser muy exigentes, críticos, controladores o negligentes con sus hijos, lo que puede afectar negativamente su desarrollo emocional, social y cognitivo.
Los narcisistas no suelen buscar ayuda profesional, porque no reconocen que tienen un problema. Ellos creen que son superiores a los demás, y que son los demás los que deben cambiar.
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