No siempre tenemos ganas de hacer lo que nos ordenan hacer, es humano. Nos enseñaron a obedecer desde que nacimos y a lo largo de nuestra vida se han ido turnando las figuras de autoridad. A veces son figuras con verdadera autoridad y otras veces son simplemente atrevidos que se nos cruzan por el camino. Desobedecer a veces es saludable y placentero. Desobedecer a veces implica mantener nuestros valores y principios. También habla de nuestra autoestima y amor propio, así como de nuestra individualidad. Nos asustan siempre para,que continuemos obedeciendo y nos castigan cuando no lo hacemos. La gran diferencia es cuando nos sentimos conformes con nosotros mismos a pesar del castigo o la pérdida y cuando nos sentimos miserables por atrevernos a disentir. Cada uno sabe o no hasta dónde puede llegar.
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