Cuando te imaginas a alguien con depresión, piensas en todos los síntomas normales asociados con ella: desesperación, desesperanza, enojo, fatiga, falta de voluntad para ser parte de la sociedad y un sentimiento de agobio por la vida cotidiana. Una persona deprimida se retira a sí misma del centro de vida y busca romper todos los vínculos con el mundo exterior.
Por otro lado los ataques de ansiedad parecen ocurrir sin ninguna razón.
Los sentimientos de miedo y pánico ocurren en situaciones en las que la mayoría de las personas estarían perfectamente calmadas. Estos ataques de ansiedad aparecen repentinamente sin advertencia y sin ninguna razón para que ocurran. Después de un tiempo, una víctima de estos ataques comienza a vivir con miedo a los ataques, preguntándose cuándo sucederá el próximo. En poco tiempo, y sin tratamiento, tanto los ataques de ansiedad como la depresión pueden comenzar a afectar las vidas de los pacientes de forma negativa al no permitirles tener un trabajo, tener una relación o incluso salir a la sociedad. Si bien la ansiedad y los ataques de pánico se manifiestan de una manera brusca y sin previo aviso, siempre hay un concomitante emocional que los genera, una asociación o un disparador fulminante.
Lo que muchos enfermos de estas dos enfermedades no se dan cuenta es que cualquiera de las dos puede conducir a la otra. Estar deprimido puede tener un gran peso en la mente que conduce a la persona deprimida a través de un laberinto de diferentes emociones. Esto en sí mismo puede conducir a la ansiedad y, finalmente, a los ataques de pánico.
Los ataques de pánico significan una pérdida de control y, cuando esto ocurre cada vez más, el paciente puede deprimirse con la situación de no saber si sucedera´ y cuándo sucederá el próximo ataque. Generalmente el peor momento es por la mañana, ya que al despertar se asusta simplemente de estar vivo, no se atreve a enfrentar el nuevo día y allí se manifiestan todos los síntomas de ansiedad y pánico, transpiración, alteración, llanto, exclamaciones, sensación de frío intenso, palpitaciones, falta de aire y deseos de desaparecer.
Es muy dificil sobrellevar la situación tanto para el que la sufre como para quien le acompaña. La medicación muchas veces en vez de aplacar la sintomatología la exacerba, por lo cual no todas las medicaciones actúan por igual en los pacientes, se debe buscar la más indicada personalmente. Las terapias holísticas, meditación, yoga, tai chi, natación, ayudan a lograr cierta relajación y armonía que si bien no tienen el efecto inmediato si ayudan muchismo a mejorar la calidad de vida del paciente.
