El cuerpo es tu templo, es quien sostiene y guarda tu máximo tesoro, tu espíritu. Si bien tu espíritu no necesita del cuerpo para existir, se viste de él para presentarse ante los otros.
Cuando el espíritu es dañado con ofensas y castigos, el cuerpo recibe los daños de un modo directo, como si espadas en llamas atravesaran la fragilidad de tu ser.
No hay maneras de sanar el espíritu si no es a través de una paz mental mientras eres un ser corporal. Por ello debes sanar las heridas desde tu mente para limpiar lo oscuro de tu espíritu y el dolor de tu cuerpo.
La mejor manera de hacerlo es escribiendo, no para que te lean, sino para que tu espíritu pueda liberarse del yugo del humillante dolor.
La mejor manera de sanar es plasmando tu dolor en un papel, contando lo que te ha sucedido con total crudeza. Cuando termines sentirás alivio, una descarga energética brotará de ti y saldrá despedida al espacio sin retorno.
Tu cuerpo agradecerá tal descarga y tu mente se sentirá satisfecha de tal expulsión. Rompe el papel con fuerza, o préndelo fuego para que el dolor se esfume para siempre.
Expresar tu dolor, tu rabia, tu humillación, tu tristeza, la negrura en tu vida ahogada en tu piel y en tus entrañas, te sanará.
No necesitas saber más, ni entender la parte científica de todo esto. Simplemente hazlo y verás.
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