Los medicamentos adormecen la actividad de los neurotransmisores que forman parte de la cadena que actúa durante tus episodios de ansiedad. Actúan en tu sistema nervioso.
Tienen efectos tranquilizantes, sedantes y adormecedores. Sus efectos secundarios varían de una persona a otra, pero en síntesis pierdes capacidad cognitiva, es decir, menos memoria, menos atención, somnolencia, sentirse aturdido, con desgano, etc
Otros causan pérdida del deseo sexual, aumento de peso, sudoración, baja temperatura, y pensamientos suicidas.
Es conocido que los síntomas incluso pueden empeorar y llegar a sufrir ataques de pánico o depresión fuerte.
En realidad lo más sensato es conocer qué es lo que te está provocando la ansiedad, hablar con un profesional del tema (psicóloga) y encontrar los caminos para apartarse de esos mecanismos pensantes negativos y solucionar el origen del malestar.
Los fármacos crean dependencia, acarrean efectos secundarios que pueden llegar a ser irreversibles, no solucionan tu problema y te alejan de tu estado normal y funcional.
Si no reviste riesgo de vida, siempre es preferible recuperar el equilibrio emocional hablándolo y concientizando el generador de la ansiedad para así superarlo asertivamente.
Autor: Adriana Muñoz / Dra. Amor y Vida
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