Las heridas del alma son las más difíciles de sanar, aunque siempre hay un remedio para ellas. Primero tienes que saber de dónde vienen, cómo se originaron y porqué caló tan hondo en ti.
El rencor, el odio y el resentimiento son una mochila muy pesada que podrías depositar hoy mismo en un pozo y taparlo con abundante tierra, o simplemente permitir que se evapore en tus manos y cambiarlo por una hermosa rosa de vida nueva.
Tus creencias negativas de no ser querido/a, de no ser valorado, de no ser aceptado como tú esperabas y necesitabas, te hizo sentir abandonado/a e indefenso y ese mismo sentimiento fue minando tu mente de pensamientos y conceptos cada vez más destructivos.
Allí tu alma se fue envenenado y por ende transmitiendo todo ese sufrimiento a tu cuerpo.
Estos pensamientos: * no soy capaz de ser amado, * no soy un ser querido, * no le gusto a nadie, * no valgo nada, * no puedo mantener una relación estable, * estoy condenado a ser abandonado, etc, van tomando espacio central convirtiéndose en tu autoconcepto.
Por ello te animo y te estimulo a cambiar entregandote este consejo: " sinceramente y ya en calma pregúntate cuál fue o es el verdadero impacto y si verdaderamente tiene un peso tan grave por ser netamente real o fueron tus pensamientos centrales y automáticos los que agravaron el daño. Si hay un motivo válido y un culpable o Co culpable, intenta perdonar sinceramente, desprendidamente, con generosidad. Llena tu vida y aliméntala con nuevas y emocionantes vivencias, dedícate apasionadamente a una labor saludable y rica espiritualmente. Entrégate a la libertad de ser tú mismo y con valentía, esperanza y amor pleno hacia ti, enfócate a cambiar tu piel y encontrar el lugar en este Universo al que perteneces. No esperes por los demás, la sanación depende de ti.
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