Los niños deben cumplir sus etapas para madurar o comportarse como un adulto. Es normal que un niño disfrute de su niñez y atraviese la pubertad, la adolescencia, la juventud y luego la adultez total de una manera progresiva.
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Cuando un niño se comporta como adulto está asumiendo un comportamiento que no encaja con su momento.
Algunos padres se sienten orgullosos de ello, pero en realidad lo nocivo de la situación es que emocionalmente esos niños dejan de ser niños y cargan a cuestas con responsabilidades, estrés y miedos que no son para su edad ni para su maduración física, emocional o espiritual.
Si bien podemos apelar a que puede haber heredado ciertos razgos de algún abuelo o familiar, algunas veces toman esa actitud como compensación ante inmadurez de sus padres o situaciones irregulares.
Sobretodo podemos ver este comportamiento y actitud ante la vida, cuando nos encontramos con hijos de madres solas, débiles, vulnerables o que sufren de adicciones. Ese niño querrá proteger a su madre, su hogar, sus hermanos, etc. Decidirá dejar de sentir como un niño, para actuar como padre u hombre.
También suele suceder en hogares donde existe la violencia doméstica y ese niño sentirá que debe salvaguardar la vida de los demás integrantes de la familia.
Son personas que sufren en la vida, se endurecen demasiado emocionalmente, pueden llegar a ser excesivamente agresivos si atacan sus seres amados y también convertirse en incapaces de compartir sus sentimientos con libertad.
Los niños hoy en día pueden parecer más maduros por la excesiva información sin fronteras que existe en internet, pero hay que saber diferenciar lo que es meramente conocimiento o imitación de modelos, pero manteniendo la emocionalidad infantil, de aquel que ya ha abandonado las expresiones propias de un niño y se sumerge en el mismo mundo neurótico de un adulto.
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