El narcisista, con su encanto inicial, siembra una ilusión de amor que se arraiga en el corazón de su víctima. Pero, poco a poco, esa ilusión se desvanece y da paso a una realidad dolorosa.
El conflicto surge cuando la conducta inaceptable del narcisista se manifiesta. Vive en permanente provocación buscando sedientamente la reacción de su "contrincante".
Su egoísmo es la raíz de su comportamiento abusivo, negligente y perjudicial para la vida en familia y en pareja.
El narcisista prioriza sus propias necesidades, relegando las de los demás a un segundo plano. Cada acción está calculada para su beneficio personal.
Si alguien se atreve a confrontarlo, el narcisista no puede comprender tal ingratitud. En su mente, es el mundo quien le debe gratitud, no al revés. La rabia y la paranoia se desatan contra el disidente, como si este último fuera el culpable de su propio sufrimiento.
Exige cada día más que cubran sus carencias, que hagan realidad sus delirios, que le devuelvan lo que perdió, que le coloquen en su mejor momento....imposibles que una mente distorsionada cree merecer a pesar de carecer de base y sustento.
LLevan al otro a un infierno demoledor, quasi inmolador, que produce un estado de agotamiento crítico, el cual silenciosamente o estrepitosamente llevan a un final muy lúgubre.
En el infierno que el narcisista crea, la víctima se encuentra atrapada entre la ilusión inicial y la realidad dolorosa. Despertar de esa ilusión es un acto aterrador, pero es el primer paso hacia la liberación.
Reconocer la toxicidad del narcisista y establecer límites es crucial para preservar la propia salud mental y emocional. A veces, el verdadero amor hacia uno mismo implica alejarse de aquellos que nos arrastran al abismo. 🌟
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